Si no fuera por ellas, ¿qué seria?, ¿qué hubiera sido de mí? Hace unos días sufrí una de mis crisis de ansiedad, y enseguida me vi como mis gatas se me ponían encima, no me dejaban. Todo el tiempo haciendo gruñiditos, esos que son como si te dijeran, "tranquila aquí estamos, tranquila". Fue extraordinario el instinto, no están adiestradas para esto ni nada, fueron sus propios instintos, acudieron a mí. Estaba en la cocina, sentada en el suelo, intentando respirar y ellas lo consiguieron por mí. Os juro que era digno de ver. Incluso antes ellas ya estaban ahí, me vieron inquieta, nerviosa, y ahí estaban, antes incluso de yo darme cuenta de que me iba a dar. Son crisis fuertes, pero ellas me ayudan en mi día a día, que no es nada fácil. Ellas lo saben, no sé, no preguntéis por qué, pero están incluso antes de que empiece la crisis, ellas lo notan antes que yo. Son las que me ayudan a poder salir a la calle, las que me secan las lágrimas. Y sí, funciona, ¿y sabéis por qué? Porque lo dan todo, dan lo que mejor saben, amar. Y sí, funcionó, una de mis gatas se ponía para que me apoyara en su cuerpo, otra encima lamiéndome, y otra no me quitaba ojo, cerca, para que notara su calor. Es lo que dan, amor. Y ese amor me salva la vida. Yo les debo todo. Y las amo más que a mi vida. Son mis ángeles de la guarda. Cuidan mis sueños y me despiertan cuando ven que algo no va bien. Y os juro que no están entrenadas para esto. Pero creo que sienten mi energía, lo que sea. Pero ni la medicación funciona a veces, pero ellas siempre lo consiguen y al final me tranquilizan aunque a veces sea difícil. Y también para mí recordar todo de alguna de esas crisis es difícil a veces. Pero sé que están a mi lado. Así que, ¿cómo no amarlas? 2 de ellas son rescatadas y la más pequeña nació en casa, aunque por edad la más pequeña es la más grande. Son mi alma. Como he dicho, mis amores. Y sí, os digo que cuánto hay que aprender de ellos. Mil gracias por todo, mis amores.