No hay palabras que describan lo que es para mí mi pequeña peluda. Creo que, exceptuando a mi madre, pocas personas pueden decir que saben cómo me siento. Mi peludita lo sabe siempre y sabe lo que debe hacer. Sabe cuando estoy enfada o triste, o cansada. No sé cómo lo hace, pero lo sabe. Da igual como yo esté, ella siempre lo sabe. Hace que me dé cuenta de que lo sabe. Es mi compañera, mi amiga mi peludita.